lunes, 11 de mayo de 2020

"LA VOLUNTAD DE SANTÍSIMA DE DIOS"

Toda la vida de nuestro Señor Jesucristo, fue un hacer la Voluntad de Dios, en los Evangelios encontramos varias frases de Jesús sobre la Voluntad de Dios: "Mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre", "Cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado". Pero, entonces. 

  • ¿Qué es hacer la Voluntad de Dios? es querer, el querer de Dios, querer el querer divino. Es la aceptación de sus planes divinos 

  • ¿Y cómo saber si es el querer de Dios? creo que primeramente se necesita una unión íntima con Dios, muy profunda, una continua amistad con Dios, en todo momento, para saber e identificar su querer divino.

  • Los santos son un claro ejemplo de hacer la Voluntad de Dios, por más difícil que pudiera ser, siempre aceptaban con amor su Santísima Voluntad, es decir, el Querer divino de Dios. Por lo tanto, todos nosotros estamos invitados a buscar siempre y hacer la Voluntad de Dios, recuerden que cuando rezamos el Padrenuestro decimos: ¡Fiat voluntas tua! con alegría, con amor, de aceptar su divino querer. Dios nos conceda siempre hacer la Voluntad de Dios, en nuestra oración de todos los días debemos pedir al Señor hacer su Voluntad santísima. ¡Oh Señor, Oh mi Dios, haz en mí tu Voluntad!
Siempre de Jesús +

viernes, 1 de mayo de 2020

Isidoro de Loor

«BIOGRAFÍA DEL BEATO ISIDORO DE LOOR»


Quisiera comenzar con una frase de un gran doctor de la Iglesia: Tomás de Aquino acerca de la santidad: «La santidad no consiste en saber mucho, la santidad es un secreto; el secreto de amar mucho». La vida de los santos es esa, amar y amar, amar a Dios y amar al prójimo.

El Señor Jesús quiere que todos nosotros alcancemos la santidad y que no vivamos sumergidos en el conformismo o en la mediocridad de nuestra existencia. Desde el comienzo, en la Sagrada Escritura está presente la llamada que hace Dios a la santidad; a muchos personajes como por ejemplo a Abraham, que le dice el Señor: «Camina en mi presencia y sé perfecto».

Debemos tener muy presente que es Dios el que llama, el que elige, es Dios quién tiene la iniciativa, y nos llama «para que seamos santos e irreprochables ante Él por el amor» por lo tanto, hay que esforzarnos para poder alcanzar la santidad, desde lo que somos, desde nuestra vocación, tú y yo estamos llamados a la santidad, esa es nuestra meta.

La santidad se expresa en la propia vida, desde lo ordinario, en el ejercicio de las virtudes, en la entrega total de la vida a Dios y a los hermanos. Estás expresiones son testimonio de una entrega total a Jesucristo, ya que se expresa, vuelvo a repetir; en la cotidianeidad de la vida con los demás, por lo tanto, la santidad, es presencia y expresión de Dios en el mundo.

Todos estamos llamados a la santidad «sean santos porqué Yo Soy Santo» y esa es nuestra vocación primordial, la santidad. Existen varios modelos de santidad, en ocasiones para nosotros son inalcanzables, pero son de gran importancia para motivarnos, pero nunca copiarlos, porque a cada uno, Dios le da un don propio según sus capacidades.

El Beato Isidoro de Loor «es el rostro más bello de la Iglesia» porque eso es la santidad, la expresión más hermosa la Iglesia, de ser testigo del amor ardiente de Dios. Y eso fue el Hermano Isidoro de Loor, un hombre apasionado por Dios, un hombre ordinario que observaba los mandamientos de Dios.

Por lo tanto, su programa de toda su existencia era este: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas; y al prójimo como a ti mismo».

Isidoro de Loor, nació el 18 de abril de 1881 siendo un lunes de pascua a las 14 horas, en Vrasene, Bélgica. Y bautizado al día siguiente Sus padres Alois de Loor y Camila Hutsebaut, católicos con un gran amor a Dios. Isidoro, es el mayor de los hijos, luego, Frans y Estefanía.

Su padre era un campesino, con un gran corazón y muy trabajador. Camila, de padres que son propietarios, granjas y huertos que producen lo necesario para vivir. Sus padres eran estimados por su piedad y rectitud, su conducta era irreprochable, por lo tanto, educaron a sus hijos en ese mismo espíritu, una verdadera educación cristiana.

ASPECTOS DE SU PERSONALIDAD


1) SU CARÁCTER, PERSONALIDAD


En su infancia es un niño ejemplar por su piedad, de buenas aptitudes, intelectual, dócil y atento. En relación con los demás, se mostraba siempre correcto simpático, atento, tranquilo, de buen comportamiento. No le gustaba discutir con nadie, prefería hacer las paces antes que pelearse. Podemos decir, que jamás molestó a nadie, ni siquiera con una palabra ruda. Era muy paciente, miraba las cosas y los acontecimientos con ojos diferentes.

Su hermano Frans nos cuenta: «De no haber sido tan bueno nos hubiéramos peleado con frecuencia. Pero sabía ceder. ¡Yo hubiera preferido pelearme!». «No creo que se enfadara con nadie, ni tampoco conmigo, siendo yo como era un chico difícil».

En su adolescencia, Isidoro es un muchacho fuerte, bien parecido y de buen diente a la hora de comer, tranquilo, silencioso, sosegado, pero siempre con una sonrisa en los labios. Una cualidad de su persona es que es muy decidido, algo que emprende no lo abandona jamás. Iba a la catequesis dominical, al principio era alumno luego se convierte en catequista.
     Otro aspecto de su persona, es el amor a sus padres, Isidoro los ve con gran veneración, a los cuales les brinda «respeto interior y exterior, obediencia y ayuda».

     En la medida que pasa el tiempo encontramos a Isidoro, campesino esforzado y piadoso, en el trabajo y amando a Dios desde lo que hace y es, vemos un joven labrador, en el cual; no se rehúsa para el trabajo duro. Isidoro es campesino hasta lo más profundo de sus huesos, ama la tierra, la agricultura son su pasión. Y nos dice el mismo: «Poco importa el trabajo que tengo que hacer, pero uno tiene sus preferencias y trabajar y plantar en el huerto me va a mi estupendamente .

2) SU VIDA DE ORACIÓN Y ABNEGACIÓN


Isidoro aprende de sus padres a rezar y orar todos los días, tanto, que llegará a ser para él muy importante y cantar con el salmo: «Señor, mi alma tiene sed de Ti, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua».

Tenía un espíritu de oración muy profunda, oraba continuamente, tomaba muy enserio la oración, tomaba conciencia delante de Quién estaba, un verdadero espíritu de recogimiento, no miraba a nadie cuando oraba, ni ningún ruido lo distraía en sus coloquios con Dios, vivía sumergido y entretenido en Dios.

También, ofrece su trabajo a Dios, todas las obras que realiza en el día, las consagra al Señor, costumbre que dura hasta su muerte. Apropósito sobre el trabajo que hace Isidoro, siempre era el primero en el trabajo, trabajaba con muchas ganas y siempre lo que hacía, lo realizaba muy bien, porque estaba impregnado de Dios, el trabajo era para Dios, para su honra y su gloria.

Su abnegación así mismo y amor a la Cruz, nace de su gran amor a Jesús Crucificado, al contemplarlo en su Vía dolorosa, contempla a un Jesús generoso que se entrega todo, que se dona a los demás por amor. Isidoro es bueno y generoso para con los demás, incluso, a los pobres; les daba el dinero de su bolsillo, desprendido de todo.

1) SU VOCACIÓN RELIGIOSA

En febrero de 1907 se realizó la renovación de la misión parroquial en Saingilles Waas, a los cuales Isidoro asiste a todos los actos de la misión. «En el templo siempre se sentaba cerca del púlpito, nunca miraba alrededor, ni siquiera cuando alguien charlaba, escuchaba atentamente el sermón, ni por un instante apartaba la vista del predicador»

Cuando llegó el día de las confesiones, acudió al Padre Buckaert, misionero redentorista, gozaba de gran reputación como predicador. Pide consejo acerca de su vocación. Y regresando a su casa comunicó a su madre que por esos días recibiría una carta del padre provincial de los pasionistas. El padre Buckaert había quedado en comunicarse personalmente con el provincial y la respuesta no tardaría en llegar. El hermano Isidoro ignoraba lo que el padre Buckaert había escrito sobre y dice: «Muy reverendo padre provincial: acabo de tropezar con un joven excelente, que desearía entrar en su congregación como hermano. Irá a presentarse por Pascua o cualquier otro día a su conveniencia».

Como estaba previsto, Isidoro recibió una carta en que el provincial de los padres pasionistas le invitaba a presentarse en Courtrai para conócele y establecer mutuo conocimiento. El provincial en persona enseña a Isidoro el Retiro, el huerto, sometiéndolo a un serio interrogatorio como era en ese tiempo, sobre la vida de austeridad y penitencia, pero a Isidoro no le espanta, al regresar a casa por la noche no dice su hermano Frans: «Parecía muy contento y de buen humor por haber sido admitido». Tenía que darse prisa para pedir una carta de su párroco donde escribe lo siguiente: «He aquí un joven que siempre ha tomado parte entre nosotros en los ejercicios espirituales. Enseña como catequista en la catequesis dominical. Es un joven ejemplar en todos los aspectos. No dudo que llegará a ser un buen hermano en su comunidad».

El día se su partida nos cuenta su hermano:
«Yo mismo lo llevé hasta la estación de Saint Nicolás a poco más o menos de hora y media de nuestra casa. A duras penas pudimos ambos, entre dos o tres paquetes de ropa, acomodarnos en la estrecha carreta tirada por un asnillo, propiedad de unos vecinos. Se los habíamos pedido para hacer un viaje a Saint Nicolás, pero Isidoro no quiso de ninguna forma que reveláramos la finalidad del viaje. Me parece que teníamos que llegar al tres a las 8. Mi hermano había asistido a Misa del alba y había comulgado».

«Volvió a casa y tomó precipitadamente un bocado. Entre tanto mamá, llorosa, iba y venía no sabiendo qué hacer. Cuanto a papá nadie le vió en el momento de la partida. La partida de su primogénito le emocionaba demasiado. Un último adiós y un apretón de manos a la madre y a la hermana, ¡y a caminar! Yo estaba pronto con el asno y la carreta. Colocados los paquetes en su sitio podíamos emprender en camino».

Antes de acomodarse en la carreta  todavía le dijo mamá: «Mi pequeño Isidoro si no te va bien en el convento vuelve pronto a casa». Isidoro giró la cabeza, miró a mamá y le respondió: «Mamá, eso jamás». Conocía muy bien la madre que su hijo no volvería jamás.
 «Tenemos que apresurarnos -dijo Isidoro-; de lo contrario llegaremos tarde a la estación. Pero por más que me empeñé el asnillo rehusaba acelerar el paso, de forma que cuando llegamos a las proximidades del pueblo Isidoro me dijo: para, que voy a bajar. Yo mismo llevaré los paquetes y tomaré el atajo que acorta mucho el camino; de lo contrario llegaría demasiado tarde. No se le ocurrió pensar que podría haber tomado un tren ulterior».
Horas más tarde toca a la puerta del Convento de Ere, eran poco más o menos las 4 de la tarde del lunes 15 de abril de 1907, con 26 años de edad. Ahora espera en el reducido e incómodo recibidor de su nueva casa, todo es silencio, tanto silencio que se puede escuchar el palpitar del propio corazón, pronto percibe unos pasos que se aproximan y aparece un religioso que lo envuelve con su mirada y le saluda cordialmente, es el padre Sebastián de la Inmaculada Concepción, maestro de novicios.

Toma sus paquetes y lleva a Isidoro a su celda, una pequeña habitación de tres por tres metros. Luego lo conduce a la sala de la recreación donde están los novicios reunidos para darle la bienvenida a su nuevo compañero. Son jóvenes de 16, 17 años que rodean al robusto campesino de 26 años, un poco tímido. Desde esta nota de alegría que le reciben comienza la canción de su vida religiosa.

2) SU VIDA RELIGIOSA EN EL CONVENTO

El día domingo 8 de septiembre de 1907, Isidoro recibe el hábito pasionista. Fue para él un día de fiesta ya que es la confirmación de la Voluntad de Dios de vivir y morir en el convento. Su hermano Frans asistió a la ceremonia y le dice que le diga a sus papás y a su hermana lo inmensamente feliz que era en Ere.

El día de la vestición Isidoro renueva su promesa al Señor: «Yo, Isidoro de Loor, pecador infiel, renuevo y confirmo en tus manos, oh María, las promesas de mi santo bautismo. Renuncio para siempre a Satanás, a sus vanidades y a sus obras y me entrego todo entero a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar tras Él mi Cruz todos los días de mi vida. A fin de serle más fiel de lo que he sido hasta ahora te acojo hoy, Oh María, como Madre y Señora. Te entrego y te consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores y aun el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras. Te entrego el derecho a disponer de mí y de todo lo que me pertenece, sin reserva, a tu arbitrio, para la mayor gloria de Dios y por toda la eternidad».

«Al principio todo me parecía extraño. Se hacen aquí muchas penitencias y actos de humildad. Con suavidad ya empiezo a hacer lo que los demás, pero el primer día sentí miedo».
En el camino de seguimiento de Cristo, siempre vienen dudas, vienen pensamientos o tentaciones sobre la vocación, Isidoro se cuestiona si habrá hecho lo correcto. Por lo tanto tiene que pensar que su vocación proviene de Dios y al entrar en el convento cumplía con la Voluntad de Dios. Y nos dice: «No fue en absoluto por dinero o por cualquier otra mundana vanidad sino a causa de la Voluntad de Dios a la que siempre me sometí». « ¿Cómo no sentirme enteramente feliz y contento aquí, sintiéndome capaz de esto y contando con la gracia de Nuestro Señor?».

«Creo deber a la gracia de Dios que la separación no me haya parecido excesivamente dura...me va aquí de maravilla. Me siento feliz y contento en la medida de lo posible y tengo la impresión de encontrarme aquí desde hace años, en tal grado me he habituado ya a todo».

«Aquí todos somos iguales, desde el superior al menor de los hermanos; todos en una misma mesa, en una  misma oración, en un mismo descanso, en una misma recreación; todos juntos en el trabajo, para los unos espiritual y para los otros corporal, según la condición de cada uno. Mutuamente nos servimos en lo posible...aquí reina un verdadero amor al prójimo por Dios».

«Aquí se puede alabar, adorar y dar gracias a Dios de día y de noche. Ahora bien, ustedes son sabedores que este es mi mayor anhelo».

«Aquí rezamos sin libro o cosa semejante; alabamos la grandeza de Dios, reflexionamos sobre lo que somos, exponemos las propias necesidades, pedimos toda suerte de gracias, nos ofrecemos al Señor, solo a Dios, son su corazón únicamente. Esto no es fácil ciertamente. Tengo a veces tan cargada la cabeza que todo se me embarulla, terminando por embrollarme sin remedio. Un día canto victoria, pero al siguiente me sale fatal; con todo, no abandono el campo, aplicándome a ello con nueva energía».

Ciertamente la vida religiosa o el seguimiento de Cristo son una lucha, una continua lucha alegre de saberse amado por Dios. Y nos cuentan sobre Isidoro: «Cuando estábamos en el coro, si alguien necesitaba del hermano Isidoro antes que finalizara el ejercicio, tenía que ir junto a él y sacudirlo un poco...tan absorto estaba en la oración, que no oía ni veía a nadie». Toda su vida se ocupa en adorar, amar, y dar gracias a Dios, en todo lo que hace, lo que hace lo realiza para dar gloria y honor a Dios. «Sería pena perder este tiempo, teniendo tanta necesidad como tenemos de rezar. Esto sería hacerse culpables ante Dios, porque la oración no es sino una conversación con Dios. Tenemos que ser, pues, muy vigilantes».

«Si Dios quiere, consagrarse a Él para vivir sólo para Él, lo que es de capital importancia». «No abrigo más ardientemente deseo que el de poder consagrarme a Dios, llegando a ser verdaderamente un buen religioso».

Ciertamente su maestro de novicios, el padre Sebastián efectivamente probó a su novicio con gran celo y firme mano para probar la humildad y el espíritu de obediencia del hermano Isidoro, prácticas de ese tiempo, cómo por ejemplo:

Un día le hicieron pintar sobre la frente: soy un idiota para ridiculizarlo en presencia de sus compañeros para mendigar el pan, arrodillado ante los demás religiosos.

En otra ocasión trabajando en el huerto. El P. Sebastián pasó por el lugar y le dijo sin rodeos: ¿Es así como trabaja un joven campesino? Mira las líneas ninguna va derecha, el hermano Isidoro se arrodillo sin pronunciar ninguna palabra.

En la actualidad se comprende que se critiquen los métodos de ese tiempo, pero nos encontramos ante hombres animados de una imperdurable buena voluntad y de una confianza ilimitada en Dios, la humillación para adquirir la humildad, el espíritu de obediencia, la mortificación, la penitencia  era la manera en la cual se compartía y se asemeja con Jesucristo, que murió en la Cruz y que padeció toda clase de sufrimientos. Isidoro está convencido de que en todo quiere hacer la Voluntad de Dios y semejarse a Él, en su Pasión. Y en nada se lamenta un verdadero espíritu de abnegación y un gran amor a la Cruz y dice a sus padres: «Queridos padres, en este lugar encuentro aquí superiores que desean verdaderamente mi bien».

«Estoy muy contento en mi estado y soy muy feliz por haber podido consagrar mi vida al servicio de Dios. Aquí no tengo otra cosa que hacer sino cumplir simplemente el reglamento y hacer la voluntad de Dios. Todo lo demás puedo dejarlo de lado».

El padre Sebastián consideraba al hermano Isidoro como el mejor de sus novicios. Cuando Isidoro no le oía le hacía elogios y exhortaba a los demás novicios a imitarle lo mejor posible. En la medida que pasaba el tiempo se convencía de que era Isidoro un hombre extraordinario de gracia y será por lo tanto certeza de haber tratado con un santo. Lo que años después en la exhumación del Hermano Isidoro se le verá arrodillado para venerar sus restos mortales, aquel a quien humillo hasta el polvo.

El hermano Isidoro tuvo que aprender en el transcurso de su noviciado el oficio de cocinero. El hermano encargado decía que haría de Isidoro un buen cocinero, pero no fue nada fácil convertir a un excelente campesino en un buen cocinero y nos dice el mismo: «Es un campo que exige mucho conocimiento y atención, siendo muy complicados acertar a preparar platos apetitosos y sanos, al propio tiempo económicos, aprovechándolo todo. Esto exige gran conocimiento y cuidado».

El hermano Isidoro siempre tuvo un verdadero espíritu de entrega y servicio, un deseo ardiente de servir a los demás en la medida de lo posible. Y efectivamente, Isidoro llegó hacer un cocinero ideal, aprendió a sacar lo mejor de todo, a preparar sencillos menús, económicos, apetitosos y sanos.

«Llegada la hora de la comida, nadie viene a preguntarte si todo está listo. Se llega, se reza y es cosa tuya que estés pronto en tu trabajo. De lo contrario todos tendrán que esperar. Puede suceder que las patatas no estén cocidas todavía; entonces, cabe calentar la sopa hasta que arda y así mientras toman esta sopa que exigirá mucho tiempo pues la tendrán que remover y soplar hasta enfriarla, mis patatas estarán a punto».

El día 13 de septiembre de 1908 a la profesión religiosa, y cuenta a sus padres: «Queridos padres, hermano y hermana: doy gracias a Dios por la dicha que me cabe al escribirles que el domingo en ocho, 13 de septiembre, haré la profesión, consagrándome por entero a Dios y agregándome así, del todo, a la Congregación al emitir los votos mediante los cuales me despojaré de mi propia voluntad, de cuanto poseo en la tierra, y hasta de ustedes mismos, mis queridos padres, hermano y hermana, que son después de Dios, los más queridos que tengo aquí en la tierra. Aprobado por mi director espiritual, por convicción personal y a causa de la dicha y verdadera paz que encuentro en esta forma de vida, daré este importante paso del que depende mi existencia entera».

Efectivamente el domingo 13 de septiembre de 1908 con una cruz de leño en los hombros y una corona de espinas sobre la cabeza se arrodillo en la Iglesia del Convento de Ere, pronunciando ante su superior las siguientes palabras:

«Yo, Hermano Isidoro de San José, me comprometo con votos simples y prometo a Dios todopoderoso, a la bienaventurada Virgen María, a toda la corte celestial y a usted, padre, pobreza, castidad y obediencia; prometo también de la misma forma trabajar en la medida de mis fuerzas para propagar la devoción a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en el corazón de los fieles, según las reglas y constituciones de los religiosos de la Congregación de la Santa Cruz y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Amén».

El nuevo profeso tiene muchas ocupaciones, no desperdicia el tiempo y dice: «A donde quiera que vaya encuentro trabajo. Apenas me queda tiempo para distraerme u ocuparme en bagatelas. Al diablo no le cabe la menor posibilidad de tentarme ya que nunca me encuentra desocupado».

En casa trabajaba por dos. En el convento trabaja por tres. Como cocinero, hortelano, portero, y más tarde pidiendo limosna. El Hermano Isidoro es un trabajador infatigable. Se preocupa por el bien de sus hermanos, con una buena voluntad que es envidiable, vive para los demás; con un olvido total de sí mismo para el resto de su vida.

«Cada uno de nosotros debe cumplir sus deberes lo mejor posible, según su estado de vida, para hacernos dignos de comparecer ante nuestro Señor rindiéndole cuenta del uso del tiempo que nos concede para santificarnos». «Vivir solo para Dios».

o   ENFERMEDAD Y MUERTE

Un día, después de la oración de la noche, apagaba las velas. El superior notó que se llevaba la mano a los ojo, como para protegerlos de la luz. Le preguntó lo que sucedía y el respondió: «Hace más de un mes que me escuece un ojo».

Al día siguiente, le mandó el superior, acompañado de otro religioso que fuera a Bruselas, para ser examinado en una clínica. El oculista se dió cuenta, que el picor que tenía era muy doloroso, y cuando supo que el hermano Isidoro había hecho durante un mes de cocinero y portero, mostró gran admiración. Porque son dolores que no se pueden soportar, ha sido un martirio continuo.

El diagnóstico fue netamente infausto. El médico sentenció que el ojo derecho estaba perdido y que habría que extirparlo. Cuando el hermano Isidoro regresó al Convento con esta triste noticia el superior estimó oportuno consultar con otro doctor y nos dice: «Me acompaño entonces a la consulta de un oculista célebre. Tras largo examen éste declaró sin ambages que era una hemorragia al ojo. Era caso perdido. Sería preciso operar para extirpar el ojo. Sabíamos lo suficiente. El superior me llevó el mismo día al instituto de las hermanas de nuestra Señora de la Misericordia para ser tratado por el médico primario».

Para no realizar las cosas tan aprisa para salvar su ojo, el médico lo tuvo en observación 9 días a oscuras. «Se emplearon toda clase de ungüentos y aguas ácidas pero inútilmente». El doctor de vió finalmente obligado a extirparle el ojo sin aplazarlo para más tiempo, ante el temor de poner en peligro el otro ojo.

La mañana de la operación nos dice el Hermano Isidoro: «Me acosté y en la santa comunión ofrecí mi ojo a Dios, en expiación de mis pecados, por nuestro bien espiritual y temporal y por muchas otras intenciones. Me abandoné alegremente de la Voluntad de Dios y sin entristecerme por ello. A las 11 fui a la sala de operación y yo mismo me preparé y me tendí en la mesa. No sentía el menor miedo».

El doctor añadió que el Hermano Isidoro tenía cáncer y que probablemente no le quedaban más que cinco o seis años de vida. Aquí unas palabras del padre Ubaldo: «El cáncer le invadirá las partes blandas del cuerpo, probablemente los intestinos. Después de lo cual, el hermano Isidoro vivirá todavía uno o dos meses».

El hermano Isidoro pudo en manos de Dios su salud y su vida, incluso la muerte, reemprende su ritmo normal. A pesar del dolor que tiene en el ojo que es insoportable, seguía en la cocina, junto al fuego. Soportaba en silencio los dolores que sufría en el ojo derecho y decía: «Nuestro Señor soportó más».

Pero no se desanima sigue muy animoso en su ritmo de vida diciendo: «Me queda un ojo bueno y me defiendo tan bien como antes. Demos gracias a Dios porque todo ha pasado ya». «Sometámonos a la santa Voluntad de Dios».

En la medida que pasa el tiempo Isidoro desaparece en la penumbra de la cocina para preparar solo él o con ayuda muy poca las comidas cotidianas de los religiosos. Se consagra a la tarea habitual con entrega y amor al trabajo y hace lo posible y hace lo posible satisfacer los gustos de todos y escribe: «Antes mi vida transcurría labrando y cavando. Ahora transcurre cocinando, calentando, asando sin cesar». «Estoy ocupado sin cesar en calentar, cocer, freír, fregar y secar según el momento de la jornada».

A comienzos de septiembre de 1916 parecía que el hermano Isidoro se veía un poco fatigado, daba la impresión de un hombre acabado. Transcurridos el paso de los días el superior también se da cuenta de que le hermano Isidoro tenía dificultad para rezar. Terminada la oración preguntó que le sucedía y el hermano Isidoro tuvo que confesarle que no se sentía bien desde hacía algún tiempo. Al siguiente día mandó el superior en compañía del enfermo a la consulta con el doctor Peel, médico del convento. Lo encontró el doctor en un estado lamentable, tenía cáncer en los intestinos, el estado del Hermano Isidoro era desesperado y sería bueno prepararse para el próximo desenlace.

La tarde del 26 de septiembre de 1916 el hermano Isidoro recibió el sacramento de los enfermos y ahí pidió perdón a la comunidad presente. «Pido perdón de los malos ejemplos que le he dado y de las molestias que les he podido ocasionar».

Aquella tarde a petición del superior se les envía un telegrama a los padres en Vrasene que dice: «Courtrai, 26/9/1916. El hijo de Alois de Loor de Vrasene, religioso en Courtrai, está muy grave y desea ver a sus familiales».

Sólo Frans pudo tomar un tren para venir a verlo y escribe: «Al vernos de nuevo, ninguno de los dos pudo pronunciar una palabra. Sin embargo, poco a poco fue desapareciendo nuestro embarazo y nos pusimos hablar de nuestros padres y de nuestra hermana. Él me dijo también»: «pronto habrá terminado todo para mí: es la Voluntad de Dios».
Tenía dificultad para respirar y las piernas se le habían hinchado tanto que no las podía mover. Le tuvieron que colocar en un sillón con un cojín para que pudiera apoyar la cabeza, el enfermero en ocasiones le tenía que sostener la cabeza para que descansara un poco. Sin embargo su valor del Hermano Isidoro nunca decayó ante el sufrimiento.

«A veces me pedía que le moviera sin que se quejara en absoluto. Y decía: ¡Sea lo que Dios quiera!» «Estaba resignado, sometido a la Voluntad de Dios. No se lamentaba. Todo le parecía bien».

A principios de octubre le empezaron a velar día y noche. Los dolores eran atroces. Hacían oraciones, le daban a besar el Crucifijo, Isidoro hacía señas de que estaba contento. Por lo tanto, su hermano Frans tuvo que regresar a casa, el superior puso en sus manos una carta dirigida a la familia. Esta carta nos produce casi el efecto de una canonización y dice:

«Frans le dirá en qué estado se encuentra Isidoro. Nosotros no ahorramos ningún esfuerzo ni gasto para devolverle la salud si fuere posible. Nos agradaría mucho tenerle con nosotros. ¡Ojalá nos escuche el buen Dios! Para su consuelo puedo decirles que si el buen Isidoro llega a morir, pueden abrigar la más firme esperanza de que irá al cielo. Ha dado en todas partes y siempre el más hermoso ejemplo de todas las virtudes. Sólo tenía un objetivo: servir y amar a Dios. De aquí la gran paz de que ahora disfruta. ¡Si hubieran visto con qué envidiables disposiciones recibió los últimos sacramentos! ¡Cuán bien se preparó a todo lo que disponía Dios! Me atrevo a llamarles padres felices por haber recibido de Dios un hijo tan bueno y santo. Sí; si la Voluntad de Dios es que Isidoro deje este mundo, será nuestro intercesor ante el Señor».

La noche del jueves 5 de Octubre 1916 le tocaba al Padre Dionicio velarlo y nos dice: «El Hermano Isidoro a duras penas podía estar en la cama. Apoyaba los brazos en el respaldo de mi silla. Sufría horriblemente. Le dije que seguramente eran grandes sus dolores: me respondió: Sí, padre, pero si merecemos el cielo es para siempre».

Poco después de la media noche el Padre Superior y el padre Camilo acudieron a velarle. Habia comenzado su agonía, estando en el sillón, única actitud que todavía le resultaba posible. El hermano Isidoro reclinó la cabeza en las manos del superior quien le animó:
¡Ánimo, hermano Isidoro, vamos al cielo!

      Se hizo un profundo silencio en la habitación al escuchar estas palabras. El hermano Isidoro reuniendo con mucha dificultad fuerzas dijo: «Padre superior, me muero, llame a los religiosos». Y volvió a decir: «Siento que me muero». Le rodeaban cuatro religiosos, el Padre Gerardo, superior, el padre Camilo, el padre Clemente y el H Estanislao. Nuevamente pidió perdón, el Padre Gerardo recoge sus palabras: «Pido perdón a todos de los malos ejemplos que les he dado y de las molestias que les he causado. Cuando este en el cielo rezaré por todos y especialmente por cada uno de ustedes». Inmediatamente le inundó una gran paz. Parecía que todos sus sufrimientos corporales habían desaparecido. Enseguida el superior le dijo: « ¡Hermano Isidoro, puedes ir ya al cielo!»

      ¡Mi sacrificio está consumado! Eran la 1 madrugada del viernes 6 de Octubre de 1916 donde entregó su alma en manos del «Buen Dios». El hermano Estanislao estaba tras el sillón del enfermo y le sostenía la cabeza entre sus manos. El P. Gerardo estaba de rodillas ante él y tenía sus manos entre las suyas. El hermano Isidoro había vivido 35 años.

      «Cualquiera que fuere la dicha y la alegría que hubiéremos tenido, todo termina con la muerte; sólo las buenas obras y los méritos permanecen y nos siguen a la eternidad». Beato Isidoro de Loor



Alexis Yobani del Corazón de Jesús, novicio pasionista.


BEATO ISIDORO DE LOOR, RUEGA POR NOSOTROS


Siempre de Jesús +

sábado, 25 de abril de 2020

BEATO EUGENIO BOSSILKOV


BIOGRAFÍA DEL BEATO EUGENIO BOSSILKOV, MÁRTIR


"El Señor es el parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos" Salmo 15

El Beato Eugenio Bossilkov, nació el 16 noviembre de 1900 en Bulgaria, en el seno de una familia humilde y creyente. Desde los 11 años es educado en el seminario de los Padres Pasionistas; hizo su noviciado en Ere, Bélgica y adopta el nombre de Eugenio del Sagrado Corazón de Jesús. A los 26 años es ordenado sacerdote y es enviado a Roma a estudiar, donde se doctoro en Teología.

Regreso a Bulgaria donde llegó a ser muy apreciado por muchos, por su carisma, su sencillez y cercanía. A la muerte del Obispo Damiano Theelen CP, Eugenio es nombrado por la Santa Sede Administrador Apostólico y luego por un tiempo fue consagrado Obispo el 7 de Octubre de 1947 a sus 47 años de edad; en todas sus parroquias se hacían misiones populares propias de los padres Pasionistas y haciendo siempre la meditación de la «Grata memoria de la Pasión de Jesucristo».

En 1944 la Unión Soviética invade Bulgaria, había demasiada opresión, persecución y restricción de la libertad religiosa. Eugenio, hace lo posible por viajar a Roma en el año de 1948 donde le expone su preocupación al Papa Pío XII. El gobierno aprueba una ley especial sobre las confesiones religiosas donde las obliga a someterse a ley:
Escribe el Eugenio: «Está ley decidirá pronto nuestro futuro, quieren obligarnos a jurarla y ya conteste categóricamente que jamás lo haré».

En febrero de 1949 escribe: «he tenido el coraje para vivir, espero tenerlo también para morir, perseverando fiel a Cristo y a la Iglesia». El 16 de Julio de 1952 fue arrestado y acusado de ser espía del Vaticano, en la carcel era sometido a todo tipo de torturas.

Su sobrina Gabriela Bossilkov va a visitarlo a la carcel el 6 de Octubre de 1952, donde le dice que un amigo suyo estaba haciendo la petición para dejarlo libre, entonces el Beato Eugenio contestó: «No, creo que el Señor Jesús me ha dado la gracia de aceptar la muerte. Sólo lo siento por ustedes, pero ánimo, no tengan miedo. Salúdame a todos y diles que no he traicionado a la Iglesia ni al Santo Padre».
El 18 de noviembre de 1952 vuelve a visitarlo su sobrina Gabriela, la cual, le lleva fruta, pero la canasta se les devuelve como estaba. Pregunto ella: ¿por qué la canasta había sido devuelta con el contenido? Un militar sacó un folio en el que estaba escrito: «Bossilkov, sentencia ejecutada el 11 de noviembre de 1952»

Beato Eugenio Bossilkov, ruega por nosotros

Siempre de Jesús +

"LA VOLUNTAD DE SANTÍSIMA DE DIOS" Toda la vida de nuestro Señor Jesucristo, fue un hacer la Voluntad de Dios, en los Evangelio...